El Gobierno no tiene hoy un pacto con Cristina Kirchner. No porque no lo quiso, sino porque no pudo. Javier Milei plantó el anzuelo para sentar al kirchnerismo en el mismísimo momento en que candidateó, en tándem, a Manuel García-Mansilla y al juez federal Ariel Lijo para la Corte Suprema. La idea original era que Lijo cosechara los votos en el Senado para sí y para el otro postulante, un catedrático de perfil conservador. En toda su carrera judicial, Lijo vibró con la política. Cosechó amistades en el peronismo y en el radicalismo. En el plan oficial, ese capital, al final del día, iba a prevalecer sobre cualquier incomodidad que pudieran generar las muchas ONG que le endilgaron al juez una mala reputación.